martes, 3 de enero de 2012

Celestino V, el Papa que renunció

De entre la larga lista de nombres que han ocupado la silla de San Pedro, uno de los que cuenta con una historia más curiosa es Celestino V. Ocupó el cargo durante sólo cinco meses en el año 1296 y ha sido uno de los pocos (hay quien dice que el único) papas en renunciar a su puesto por propia voluntad; un puesto al que nunca aspiró y que no hizo mas que traerle desgracias.

Antes de conocer su historia debemos ponernos en antecedentes. Durante gran parte de su existencia el papado unió bajo su mitra dos aspectos bien distintos: uno espiritual y otro eminentemente mundano como era ser la cabeza de los Estados Papales. Durante siglos los Papas fueron uno más entre los actores que conspiraban y guerreaban entre sí por la hegemonía de la península italiana, una de las zonas más agitadas de la Edad Media.

En los años previos a la entronización de Celestino V el asunto más candente en la zona era la lucha que llevaba a cabo la Casa de Anjou, de procedencia francesa y que reinaba en Nápoles, contra la Corona de Aragón a cuenta de la isla de Sicilia. Este enfrentamiento tenía su reflejo directo en el cónclave que había de elegir al nuevo Papa, dividido entre pro-franceses y pro-aragoneses, ninguno con los votos suficientes para imponer a uno de sus candidatos.

Así fue pasando el tiempo, hasta que tras dos años separarse y volverse a reunir, los cardenales aún no habían sido capaces de elegir un nuevo Papa. Las presiones para que tomaran una decisión fueron incrementándose hasta que finalmente optaron por el comportamiento habitual de la curia en estos casos: si no podemos ponernos de acuerdo, optemos por alguien de fuera.


Retrato de Celestino V por 
Giulio Cessare Bedeschini (Wikipedia)
El elegido fue Pietro Angeleri di Murrone, un monje de 79 años con fama de santidad (se decía de él que cierta vez en la corte de Gregorio X había colgado su hábito de un rayo de sol), que había vivido retirado del mundo durante más de sesenta años. Cuando le comunicaron su nombramiento su reacción no fue ya de sorpresa, sino de absoluto pavor. Pietro, un alma simple que no tenía más deseo que permanecer lo que le quedaba de vida retirado en su ermita, se encontraba de repente al frente de la Iglesia.

Tras un prolongado retiro dedicado a la oración, finalmente Pietro aceptó el nombramiento, siendo coronado con el nombre de Celestino V. El nuevo Papa estuvo desde el primer momento sometido a la influencia de Carlos II de Anjou, que lo llevó con él a Nápoles. Un ejemplo de lo fuera de lugar que se sentía Celestino V en su nueva situación fue que mandase construir en el palacio donde residía una pequeña celda de madera donde poder encontrarse cómodo.

Pero Celestino no se engañaba, para él era obvio que carecía tanto del conocimiento como de la habilidad para gobernar la Iglesia y sus estados. Así que a los cinco meses de su coronación reunió a los cardenales y les comunicó la decisión de abdicar. Fue la primera vez que un Papa renunciaba a su título por propia voluntad.

Pero si Celestino V pensaba que volviendo a ser Pietro podría regresar a la añorada sencillez de su hermita estaba muy equivocado.

El culpable fue el verdadero hombre fuerte de la Iglesia en ese momento, el cardenal Benedetto Caetani. Hijo de una aristocrática familia romana, era todo lo contrario que al hasta entonces Papa. Frente a la espiritualidad de Celestino, Benedetto era un hombre ambicioso, perteneciente a la facción francesa de la Curia que había sabido aprovechar la estancia del Papa en Nápoles para hacerse con el poder.
 
Retrato de Bonifacio VIII,
autor desconocido (Wikipedia).
Fue Benedetto el que engrasó la maquinaria que permitió la abdicación y, en un cónclave que sólo duró un día, su nombramiento como sucesor con el nombre de Bonifacio VIII. Pero el nuevo Papa tenía muchos enemigos, empezando por el pueblo que adoraba a Celestino V como a un santo y que no podía asumir que un Papa pudiera renunciar en vida. Incluso empezó a circular la leyenda de que Bonifacio había hecho instalar unos tubos en la celda de su antecesor mediante los cuales le hablaba mientras dormía, haciéndose pasar por la voz de Dios y pidiéndole que renunciase.

Así que con el temor de que sus opositores usaran la figura de Celestino V como bandera de enganche, Bonifacio optó por llevarlo consigo a Roma por la fuerza. Pero Pietro no estaba dispuesto a acabar sus días en un palacio, fuera como Papa o como prisionero, y se las apañó para  huir a su ermita donde fue recibido con gran alborozo. Y cuando los hombres del Papa vinieron a prenderle, el octogenario monje huyó a las montañas, donde vivió escondido durante meses  antes de que lograran apresarle.

Fue enviado al castillo de Fumone donde vivió encerrado los meses que le quedaban de vida. Aunque aún le quedó un pequeña victoria póstuma. Cuando tras ser capturado fue llevado a presencia de su sucesor se cuenta que formuló una profecía: "Llegaste como un zorro, reinarás como un león y morirás como un perro".

Y así fue, aunque esa ya es otra historia.

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Fuentes:

Para esta entrada he seguido básicamente el relato del papado de Celestino V que hace John Julius Norwich en su libro The Popes: A History. También he ojeado la entrada sobre Celestino V en la Enciclopedia Católica, que se adentra más en la vida de Celestino antes de ser elegido Papa y pasa un poco más de puntillas con respecto al comportamiento que tuvo con él Bonifacio VIII.

Norwich sostiene que Celestino V fue el único Papa en renunciar voluntariamente a su corona, aunque tanto en la Enciclopedia Católica como en otras páginas se indican más casos (1, 2 y 3).

Finalmente también he consultado la entrada de Wikipedia sobre el cónclave de 1292-94.

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