viernes, 19 de marzo de 2010

Investidura accidentada

En 1159 el emperador Federico Barbarroja se haya en lucha por recuperar el control de las ciudades del norte de Italia, formalmente bajo su mando pero virtualmente independientes, que se agruparían posteriormente para oponerse a él bajo la Liga Lombarda. Ese año fallece el papa Adriano IV y se plantea la elección de su sucesor. Federico es consciente de la importancia de contar con un papa afín, pero...

"...tenía la seguridad de que el candidato con más probabilidades era con mucho el cardenal Rolando Bandinelli que, al igual que Adriano, se oponía firmemente a sus pretensiones. No se sabe con certeza hasta qué punto fue responsable de lo que vino a continuación; lo único que podemos decir es que la investidura que se celebró dos días después de la elección de Rolando en San Pedro el 7 de septiembre fue la más indignamente grotesca de la historia del papado. Se presentó el manto escarlata del papado y el nuevo papa, después de la tradicional muestra de renuencia, inclinó la cabeza para recibirlo. En ese momento el cardenal Octaviano de Santa Cecilia se lanzó rápidamente sobre Rolando, arrebató el manto y trató de vestírselo él mismo. Se produjo un tira y afloja, durante el cual lo volvió a perder, pero su capellán apareció al instante con otro -que se supone estaba previsto para la ocasión- que Octaviano consiguió ponerse este vez, pero desafortunadamente con la parte de atrás hacia adelante, antes de que nadie pudiera deternerlo.

La escena de confusión que siguió resulta creíble a duras penas. Librándose de los furiosos partidarios de Rolando, que trataban de arrancarle el manto a la fuerza, Octaviano -cuyos denodados esfuerzos para recolocarlo sólo habían conseguido envolver los flecos enmarañados alrededor del cuello- se dirigió a la carrera hacia el trono papal, se sentó en él y se proclamó a sí mismo con el nombre de Víctor IV. luego avanzó por la basílica hasta encontrarse con un grupo de clérigos menores, a los que ordenó que lo aclamasen. Éstos, viendo que las puertas se abrían violentamente y que una banda de asesinos armados entraba en la iglesia, obedecieron sin rechistar. Por el momento al menos, se había silenciado a la oposición; Rolando y sus partidarios se escabulleron mientras podían y buscaron refugio en la torre fortificada de San Pedro. Entretanto, bajo la vigilancia de los asesinos, Octaviano fue entronizado de una manera un poco más formal que en la ocasión anterior y escoltado en triunfo hasta Letrán, después de haber tenido algunos incovenientes, según se dice, para ajustarse la vestimenta antes de salir."

El texto entrecomillado es de El Mediterráneo, un mar de encuentros y conflictos entre civilizaciones, de John Julius Norwich.

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