sábado, 23 de marzo de 2013

El museo más triste

Hace tres meses volví a hacerme el propósito de mejorar mi inglés (era año nuevo y tocaba). Así que arramblé con todos los podcast que se me pusieron a tiro en la web de la BBC, creé una carpeta en mi reproductor de MP3 y... bueno, digamos que los primeros días sí que los escuché un poco. Fue en uno de estos programas donde descubrí un museo extraño y único, un espacio donde conviven un oso de peluche y un hacha con un vestido de novia, un caballito de cristal con unas esposas, o un espejo retrovisor con un enano de jardín descascarillado. Objetos cuya única conexión está en los sentimientos de sus anteriores propietarios: todos ellos son recuerdos de un amor que acabó mal.

Intrigado me puse a bucear en su página web y en los reportajes de prensa que incluye, descubriendo su origen y algunas de las tristes y muy humanas historias que atesoran los objetos de su colección. Dejad que os cuente lo que descubrí.

martes, 12 de marzo de 2013

Antes "moro" que soltero

Hay ocasiones en que la vida nos presenta elecciones difíciles, que nos obligan a plantearnos quienes somos y a qué estamos dispuestos a renunciar. Una de estas disyuntivas se le planteó a los clérigos castellanos allá por el final del siglo XV.

Era evidente que la Iglesia de la época necesitaba una gran reforma. Desde unos papas rodeados de lujos que financiaban sus campañas militares vendiendo indulgencias, hasta un clero llano inculto y absentista, cuya vida daba pocos motivos de ejemplo a su rebaño. De esto eran consciente muchos contemporáneos, entre los que se encontraban los Reyes Católicos, que decidieron encabezar un movimiento para renovar la Iglesia en sus dominios (y, de paso, estrechar su control sobre ella).

Retrato del cardenal Cisneros
por Juan de Borgoña (Wikipedia)
Tal misión se encomendó al confesor de la reina, Hernando de Talavera, que fue sustituido en 1492 por Francisco Jiménez de Cisneros. Cisneros desplegó su gran energía en varios frentes, entre los que se contaba acabar con el concubinato tan habitual entre todos los niveles de la Iglesia. No en vano estamos hablando de unos años en el que los mismos papas Inocencio VIII y Alejandro VI otorgaban  cargos y honores a sus propios hijos.

En el caso de Castilla esto se consideraba tan natural que existía la práctica, al parecer exclusiva del reino, de que si el hijo de un clérigo podía heredar si su padre fallecía sin haber hecho testamento. Con estos antecedentes no es extraño que la medida de Cisneros fuera un golpe bajo (lo siento, no he podido evitar el juego de palabras) para muchos religiosos, que se vieron obligados a elegir entre su fe (y un trabajo seguro) y su pareja.

Si bien la gran mayoría optó por su cargo, hubo también muchos que prefirieron abandonarlo todo antes que renunciar u ocultar a la mujer con la que compartían sus días. Uno de estos ejemplos se dio en Andalucía, donde cuatrocientos frailes prefirieron convertirse al Islam y huir al Norte de África antes que perder a sus mujeres.

Parece que para ellos estaba claro donde residía su verdadera fe.



Fuentes: 
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