martes, 21 de noviembre de 2017

El rey, el heredero, el guapo y la infanta III: Las consecuencias


Supongo que debería empezar esta tercer y última entrada con algo tipo "En anteriores episodios de El rey, el heredero, el guapo y la infanta...", pero lo mejor es que si acabas de llegar primero eches un vistazo a la presentación de los personajes y a la historia de la aventura en España del heredero y el guapo.

El recibimiento


En el último episodio de El rey, el heredero, el guapo y la infanta habíamos dejado al príncipe Carlos inclinado sobre la borda del barco que le llevaba de vuelta a Inglaterra, quizás pensando en el recibimiento que le esperaba en casa. No en vano había puesto en peligro al heredero y único hijo del rey lanzándose voluntariamente a las manos de una potencia extranjera.
Uno podría esperar que el recibiendo de Carlos en Inglaterra sería el equivalente real de un cachete y un "Y a ver si la próxima vez nos lo pensamos un poquito antes de hacer nada". Todo lo contrario. El pueblo lo recibió como un héroe: cinco meses después de su huida el príncipe volvía de manos de los pérfidos papistas sin haber cedido un ápice en sus convicciones. A su paso se encendieron fuegos y reunieron multitudes para celebrar el regreso, componiéndose coplillas y rimas para la ocasión, como la que decía

On the fifth day of October
it would be treason to be sober.
El buen recibimiento no enfrió el enfado de Carlos. Si Felipe IV y Olivares pensaban sacar provecho de la visita del príncipe no pudieron medir peor las consecuencias.
Pero aquí vamos a aprovechar para cerrar el círculo y, al igual a cómo hicimos en su presentación, nos detendremos en cada uno de los protagonistas por separado.


Las consecuencias


El rey


Probablemente el más contento con el final de la aventura española del príncipe fue su padre: finalmente había logrado recuperar a su hijo y a su..., a su... bueno, a su favorito, el Duque de Buckingham. Pero los dos jóvenes ya no eran los mismos; volvían de España llenos de resentimiento y deseos de venganza.
Jacobo encontró cada vez más difícil mantener la política conciliadora que había caracterizado su reinado. Carlos maniobró en la corte y el Parlamento, usando a Buckingham para mantener a su padre apartado de Londres, en pos de una declaración de guerra contra España.
De esta época data una carta del rey a Buckingham en la que muestra el aprecio que sentía hacia su favorito:
"No puedo evitar enviarte esta carta, rezando a Dios porque pueda tener un alegre y agradable encuentro contigo, y que podamos celebrar esta Navidad un nuevo matrimonio que se mantenga en el futuro. Porque, así quiera Dios, lo único que deseo es vivir en este mundo para tu bien, ya que prefiero antes vivir desterrado en cualquier lugar de la tierra contigo antes que vivir una triste vida de viudo sin ti. Que Dios te bendiga, mi dulce niño y esposa, y permita que prestes siempre confort a tu padre y esposo."

Mientras la guerra se acercaba la salud del rey se deterioraba, hasta su fallecimiento el 24 de marzo de 1625. Sus contemporáneos no tuvieron en gran aprecio su reinado. Su carácter dubitativo, sus enfrentamientos con el Parlamento y sus desmesurados gastos ocultaron un importante hecho: sus veintidós años de reinado fueron, en general, pacíficos, un fenómeno raro en la historia de Inglaterra y casi de cualquier país europeo de la época. Una paz que sus súbditos no iban a tardar en echar en falta.
Aunque hoy en día su nombre aparece asociado a la traducción de la biblia que encargó y que lleva su nombre, siendo aún hoy en día la oficial de la Iglesia Anglicana.


sábado, 7 de octubre de 2017

El rey, el heredero, el guapo y la infanta II: La aventura


En la entrada anterior os contaba como, en una Europa dividida por los conflictos religiosos, el príncipe Carlos de Inglaterra se lanzó a una aventura en pos de una generosa dote que sacara a su padre de sus apuros económicos el amor.

El viaje


En febrero de 1623 el príncipe Carlos y George Villiers, duque de Buckingham, abordan al rey Jacobo I con su plan: viajarán de incógnito a España para pedir la mano de la infanta María Ana, hija de Felipe IV. El rey, fiel a su carácter errático, les dice que sí para desdecirse al día siguiente. Intenta explicarles que su idea es una locura, que sólo conseguirán poner en peligro sus vidas y convertirse en rehenes en una negociación con España. En vano; Carlos tiene 22 años y todavía cree que una gesta heroica puede hacer más que doce años de negociaciones.
Incluso el Doctor Who lleva
usando el nombre de John Smith
casi desde el inicio de la serie.
El 18 de ese mes el heredero y el guapo emprenden viaje hacia Madrid. Confiaban en sus disfraces: llevaban barbas postizas. Además habían elegido unos nombres que seguro que no llamarían la atención: Tom y John Smith. Como curiosidad John Smith es uno de los nombres que se usa habitualmente en Inglaterra para referirse a alguien cualquiera: "Entonces ese tipo, digamos que se llamaba John Smith..." ¿Os hacéis una idea, no?
Total, que allí iban este par de valientes, con sus barbas postizas y sus nombres a prueba de curiosos, dispuestos a comerse el mundo. Lástima que a estos maestros del disfraz les faltara algo de experiencia fuera de la corte. Por ejemplo, saber que cuando se paga a un barquero con una moneda de oro lo normal es esperar el cambio. El barquero hizo sus cábalas, ¿a dónde irían estos tipos de tan buenas maneras, nombres tan sospechosos y que se desprenden del dinero como si no hubiera un mañana? Así que fue raudo a avisar a las autoridades de que acaba de cruzar a un par de duelistas. Se organizó una partida en su búsqueda que no fue capaz de encontrarlos. Quizás no esperaban que siendo duelistas se molestaran en ir muy lejos. Al menos uno de ellos.
Peor suerte tuvieron al pasar junto a Canterbury. Esta vez sus avezados disfraces y su saber estar hizo que los confundieran, no con duelistas, sino con asesinos. Metidos en semejante embrollo, al duque de Bukingham no le quedó más remedio que quitarse la barba delante del alcalde e improvisar que iba de incógnito a Dover para una inspección sorpresa de la flota.
En Dover les esperaba un barco para cruzar el canal. Luego París y, tras una agotadora cabalgada de dos semanas, Madrid.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

El rey, el heredero, el guapo y la infanta I: Los personajes


Hoy os voy a hablar sobre una de las mayores estupideces gestas realizadas por un príncipe heredero para conseguir esposa: la que llevó, en 1623, al futuro rey Carlos I de Inglaterra a poner en peligro su vida viajar en secreto para obtener la mano de la infanta española María Ana, y como esta estupidez gesta acabó determinando la política de su país.
Hoy os hablaré un poco de los protagonistas y el momento histórico donde se desarrolló tal despropósito aventura, dejando el viaje y sus consecuencias para una próxima entrada.

El escenario


En 1618 comenzó la Guerra de los Treinta años, que durante (adivinad) treinta años convirtió el centro de Europa en un campo de batalla donde se enfrentaron los dos bandos en los que se dividía el continente (aquí tenéis que poner voz de comentarista de boxeo). En esta esquina los antiguos campeones, un aplauso para ¡los reinos católicos!, capitaneados por los Habsburgo (ramas alemana y española). Frente a ellos una joven promesa que aspira a arrebatarles el título: los ¡estados protestantes! (Suecia, Dinamarca, Holanda y un buen puñado de principados alemanes).
Observando atento el combate está Francia, católico de religión, pero dispuesto a aliarse con quién fuera con tal de dar por saco disputarle la hegemonía a España.

Europa en 1600 (fuente).

En este enfrentamiento el rey Jacobo I de Inglaterra había optado por silbar mientras fingía buscar algo evitar involucrarse. Su pueblo clamaba por ayudar a los estados protestantes, pero su política vacilante giraba alrededor un hecho fundamental: su crónica falta de fondos.


Los personajes


El rey

Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia
por John de Critz. Nótese el gusto por
los adornos de sombrero discretos.
En 1603 los ingleses se encontraban en una disyuntiva. Isabel I acababa de morir sin descendencia y debían elegir entre nombrar un nuevo rey que conociera los usos y costumbres del país u optar por el primero de la línea sucesoria. Que, además, era rey de un país con el que llevaban siglos dándose tortas. Para una monarquía del siglo XVII la elección era obvia (y así de caro lo acabaron pagando), así que Jacobo VI de Escocia acabó convirtiéndose en Jacobo I de Inglaterra.
Cuando Jacobo llegó a su nueva corte quedó asombrado por su lujo y magnificencia. Así que actuó como cualquier persona a la que la falta de liquidez ha enseñado la importancia de saber administrar cada moneda y se puso a gastar como si no hubiera un mañana. A los pocos años había dejado las financias reales en tal estado que apenas era capaz de mantener su lujoso tren de vida, y mucho menos financiar una expedición militar en el extranjero.
Anteriormente los reyes de Inglaterra habían salvado estas situaciones convocando un Parlamento para aprobar un impuesto extraordinario. Lo mismo hizo Jacobo. Varias veces. Sin éxito. Claro, que es a lo que se exponía con un discurso inicial que podía resumirse en: "Soy vuestro rey y quiero dinero. Y rapidito, que ese jabalí no se va a cazar solo". Si además tenemos en cuenta que cuando el Parlamento respondía que vale, pero que primero debía recortar gastos, su respuesta se parecía bastante a enfadarse y amenazar con dejar de respirar, no es extraño que sus peticiones no llegaran a buen término.
Pero Jacobo I tenía un as en la manga: había empezado a urdir en secreto una boda que uniría a su hijo y heredero con la infanta de un país dispuesto a ser muy generoso con la dote. Sólo había un pequeño problema: la candidata era una infanta de España. De la muy católica España. La muy católica España que, para el inglés medio, representaba la tiranía papista, que sólo se diferenciaba del diablo en que el diablo no tenía tropas estacionadas al otro lado del Canal.

El heredero

El futuro Carlos I cuando aún era Príncipe
de Gales, el mismo año en que transcurre
nuestra aventura. Luego se dejaría la barba,
le debió coger cariño durante el viaje.
De llevarse a cabo el enlace, el novio sería el futuro Carlos I de Inglaterra. Carlos había heredado la inconstancia e incapacidad para tomar decisiones de su padre (al que hoy en día probablemente se hubiera conocido como Jacobo I el Procastinador). Además tenía que lidiar con la sombra de su fallecido hermano mayor, enérgico, serio y marcial, del que toda Inglaterra había esperado grandes cosas. Como, por ejemplo, poner a Inglaterra al frente de una alianza que desafiara a los poderes católicos en general y a España en particular.
Así que, ya fuera para distanciarse de la sombra de su hermano, o pensando en que a quien buen árbol se arrima buena sobre le cobija (y por entonces la sombra de España todavía era alargada), Carlos tomó partido decidido por la solución española. Es posible que la considerable dote también tuviera algo que ver.
Claro, que una alianza así no era cosa menor; dicho de otra forma, era cosa mayor (como la cerámica de Talavera). Los españoles ponían como condición que se dejara de perseguir a la minoría católica de Inglaterra, algo que iba a ser algo difícil de vender al Parlamento y al pueblo en general. Entre esto y el carácter poco decidido del rey las negociaciones se alargaron durante doce años sin que la boda pareciera acercarse.
Hasta que Carlos (que entonces contaba con 22 años), harto de dilaciones, decidió pasar a la acción: donde la diplomacia se había atascado debería triunfar una estupidez acción decidida: acompañado de su más cercano confidente viajaría a España de incógnito y pediría en persona la mano de la infanta.

El guapo

George Villiers, primer Duque de
Buckhingham, político, bailarín y
muy apegado al rey Jacobo.
Retrato de Rubens.
El acompañante del príncipe era también el personaje más importante de la corte: George Villiers, primer Duque de Buckingham. Villiers había logrado ascender desde la baja nobleza hasta convertirse en el favorito del rey gracias a dos cualidades imprescindibles para medrar en la corte de Jacobo I: ser guapo y bailar bien.
No estoy de broma. De hecho Villiers había aparecido en la corte introducido por una facción opuesta al anterior favorito, también bastante apuesto (aunque no debía ser tan buen bailarín). Contaban con que, en cuanto el rey posara los ojos en el bien proporcionado joven, éste se ganaría su favor.
Aunque no se ha llegado a dar por probado que Jacobo tuviera una relación homosexual con Villiers, sí hay algunas pistas que apuntan hacia una relación bastante especial con su protegido. Por ejemplo, su costumbre de llamarlo Steenie, diminutivo de Saint Stephen (San Esteban), porque decía que tenía la cara de un ángel, o varias cartas en las que Jacobo se refería a Villiers, entre otros apelativos, como "mi dulce niño y esposa".
Además de guapo y buen bailarín, Villiers también era ambicioso, y pronto se convertiría en el personaje más importante del país. Lástima que las cualidades del joven no estuvieran acompañadas de una mentalidad más reflexiva y una mejor capacidad de planificación, lo que le iba a costar tanto a él como al país bastantes disgustos en el futuro. Uno de ellos fue secundar la idea del príncipe Carlos.
El rey en seguida vio los inconvenientes del asunto, pero su naturaleza dubitativa y lo difícil que le resultaba negarle algo a hijo y favorito hizo que acabara aprobando la iniciativa a regañadientes.

La infanta 

La infanta Ana María, hija de Felipe III,
hermana de Felipe IV y convidada de piedra de
todo este embrollo. Retrato de Diego Veláquez.
La clave en todo este asunto y probablemente la que menos tenía que decir al respecto. Hija de Felipe III y hermana de Felipe IV, como buena infanta española era ferviente católica, siendo los problemas religiosos los responsables de que las negociaciones se hubiera alargado más de una década. Aunque no es que a los españoles el retraso les molestara mucho: los más de diez años de negociaciones servían para que Inglaterra no se atreviese a involucrarse en las guerras de religión en contra de los católicos por miedo a arruinar el enlace y perder la cuantiosa dote con la que Jacobo I esperaba aliviar sus problemas económicos.




Así estaban las cosas cuando el heredero y el guapo (Carlos y Villiers) se pusieron en marcha disfrazados, camino de una corte donde no se les esperaba. Aunque esto ya os lo contaré en la próxima entrada.

viernes, 8 de septiembre de 2017

De cómo el hijo del Rajá consiguió a la princesa Labam

Hoy os traigo un cuento de la India, recopilado por Joseph Jacobs en su libro Indian Fairy Tales. El libro fue publicado en 1892, es de dominio público y puede encontrarse en Archive.org. La traducción es mía, y puede usarse libremente siempre que indiquéis la fuente (ver al final de la entrada). He incluido las ilustraciones que aparecen en el libro, obra de Gloria Cardew.
Tenéis disponibles las versiones en epub y mobi por si queréis leerlo en vuestro dispositivo electrónico.




En cierto país había un Rajá cuyo único hijo salía a cazar todos los días. Un día la Rani, su madre, le dijo:
—Puedes cazar donde quieras en estas tres direcciones, pero nunca debes aventurarte en la cuarta.
Dijo esto porque sabía que, si se dirigía hacia allí, oiría hablar de la hermosa princesa Labam y dejaría a su padre y a su madre para lanzarse en su busca.
El joven príncipe obedeció durante un tiempo. Pero un día, mientras cazaba en las tres direcciones a donde le permitían ir, recordó lo que le había dicho su madre y decidió averiguar por qué le había prohibido viajar hacia la cuarta. Allí encontró una jungla, sin más habitantes que una bandada de loros. El joven Rajá hizo algunos disparos e inmediatamente todos huyeron levantando el vuelo. Todos salvo uno, llamado Hiraman, que era su Rajá.
Al verso solo Hiraman llamó a los otros loros: 
No me abandonéis bajo el fuego del hijo del Rajá. Si me dejáis así se lo diré a la princesa Labam.
Entonces los loros regresaron entre parloteos junto a su Rajá. El príncipe, muy sorprendido, dijo:
—¡Vaya, estos pájaros pueden hablar! —y les preguntó—. ¿Quién es la princesa Labam? ¿Dónde vive?
Pero los loros no querían contárselo.
—Nunca llegarás al país de la princesa Labam —fue todo lo que dijeron.
El príncipe se puso muy triste al ver que no lograba sacarles nada más; arrojó su escopeta y regresó a su hogar. Cuando llegó no habló con nadie ni quiso comer nada, sino que se tumbó en su cama durante cuatro o cinco días, y parecía estar muy enfermo.
Finalmente les contó a su madre y su padre que quería partir en busca de la princesa Labam.
—Debo ir —les dijo—; debo ver cómo es. Decidme cuál es su país.
—No sabemos dónde está —le respondieron.
—Entonces debo salir a buscarlo.
—No, no —le dijeron—, no debes dejarnos. Eres nuestro único hijo, quédate a nuestro lado. Nunca podrás encontrar a la princesa Labam.
—Debo intentarlo; tal vez Dios me muestre el camino. Si mi destino es vivir y encontrarla volveré con vosotros. Pero quizás muera y nunca vuelva a vuestro lado. Aun así debo partir.
Así que le dejaron marchar, entre lágrimas. Su padre le dio hermosas vestiduras y un hermoso caballo. Y él tomó su escopeta, su arco y flechas y muchas otras armas “porque”, pensó, “puedo necesitarlas”. Su padre le dio también una gran cantidad de rupias.
Entonces preparó su caballo para el viaje y les dijo adiós a su padre y a su madre. Su madre tomó su pañuelo, envolvió en él algunos dulces y se lo dio a su hijo.
—Hijo mío, cuando estés hambriento toma uno de estos dulces.
Entonces comenzó su viaje, cabalgando sin cesar hasta que llegó a una jungla donde había una charca a la sombra de unos árboles. Se bañó y bañó a su caballo en la charca y se sentó bajo un árbol.
—Ahora —se dijo— comeré algunos de los dulces que mi madre me preparó, beberé algo de agua y continuaré mi viaje.
Abrió su pañuelo y tomó un dulce. Encontró una hormiga en él. Tomó otro; también tenía una hormiga. Así que dejó ambos dulces en el suelo y cogió otro, y otro, y otro, hasta que los sacó todos, y en cada uno había una hormiga.
—No importa —se dijo—, no comeré dulces, que se los coman las hormigas.
En ese momento apareció ante él el Rajá de las Hormigas, que le dijo:
—Has sido bueno con nosotros. Si alguna vez te encuentras en problemas, piensa en mí y acudiremos.
El hijo del Rajá le dio las gracias, montó en su caballo y continuó su viaje. Cabalgó sin cesar hasta que llegó a otra jungla, donde vio a un tigre con una espina en su pata, que rujía fuertemente por el dolor.
—¿Por qué ruges así? —preguntó el joven Rajá—. ¿Qué te ocurre?
—He tenido doce años una espina en mi pata —respondió el tigre— y me duele. Por eso rujo.
—Bien, yo te la quitaré. ¿Pero es posible, siendo un tigre, que después me devores?



sábado, 22 de julio de 2017

De psicodelia y ciencia ficción

Aprovechando que acaba de celebrarse en Avilés el festival Celsius de terror, fantasía y ciencia ficción, he pensado hacer una entrada uniendo dos de mis principales aficiones: la música y la ciencia ficción. ¿Y qué mejor forma que hablaros sobre el primer (y único) disco de rock que ha estado nominado a los premios Hugo (uno de lo más prestigiosos de la ciencia ficción, cuyos ganadores se deciden por votación popular)?
Debemos viajar en el espacio y el tiempo (es fácil, al fin y al cabo estamos hablando de ciencia ficción) hasta la California de 1970. Ésta era la base de Jefferson Airplane, grupo pionero del rock psicodélico y del que seguro que habéis escuchado, aun sin saberlo, alguno de sus dos mayores éxitos: Somebody to Love y White Rabbit, que han aparecido en bandas sonoras de numerosas películas y series de televisión.

Jefferson Airplane interpretando Somebody to Love en el Festival de Música Pop de Monterrey de 1967.


White Rabbit, mi preferida del grupo y una de mis canciones favoritas en general.

lunes, 26 de junio de 2017

La espada de Cheru

Hoy os traigo la traducción de la leyenda de la espada del dios Cheru, según aparece en Asgard and the gods; tales and traditions of our northern ancestors de Wilhelm Wägner, uno de los libros con los que me inicié en la mitología nórdica. Fue editado en 1886 y es de dominio público (pinchad en el título para ir a su página de Archive.org). Cheru o Heru era el dios de la guerra de los Cherusci o Queruscos, una de las tribus germánicas contemporáneas al Imperio Romano (que participó en la batalla del bosque de Teotoburgo, donde Roma perdió tres legiones). Cheru se identifica con el Tyr de la mitología nórdica.



La espada de Cheru se creó en la misteriosa forja de los enanos, cuyas exquisitas obras eran celebradas por dioses y hombres. Los hijos de Iwaldi, que habían hecho la lanza de Odín, y Sindri, que había forjado a Mjölnir, habían unido sus esfuerzos para crear la maravillosa arma que sostendría el destino de reyes y naciones.
Los celosos maestros de la forja habían trabajado duramente bajo tierra, donde Sokwabek se alzaba bajo la corriente del río, hasta terminar la reluciente espada, que fue entregada al poderoso dios Cheru.
La espada brillaba en la cima del santuario cada mañana al despuntar el alba, arrojando su luz, brillante como una llama, a gran distancia. Pero un día su lugar se encontró vacío y la sonrosada luz de la mañana se limitó a alumbrar el altar, ausente el dios.
Sacerdotes y nobles buscaron el consejo de la mujer sabia. Esta fue su indescifrable respuesta:
Las tres nornas (Pasado, Presente y Futuro)
hilando los destinos de hombres y dioses
a los pies de Yggdrasil, por L.B. Hansen
(via Wikimedia Commons).
"Las nornas vagan por los caminos de la noche; la luna ha escondido su rostro. Ellas tejen los hilos, fuertes y poderosos, de dioses y hombres, que nadie puede romper. Uno hacia el este, otro hacia el oeste y uno hacia el sur; el hilo negro hacia el norte. Ellas hablaron a Cheru: 'Ve, escoge al gobernante, al señor de la Tierra; dale la espada de dos filos para su propio dolor'. Él la tiene, él la sostiene en sus manos, pero llegará la hora en que el dios Cheru la recupere".
Extrañados ante la oscura profecía, los hombres suplicaron una explicación, pero la doncella de la torre guardó silencio. A partir de aquí es la historia quien nos muestra el trascurso de los acontecimientos y arroja la única luz posible sobre el acertijo.
Vitelio, el prefecto romano del Bajo Rin, cenaba pasada la medianoche en su casa en Colonia, disfrutando más de los placeres de la mesa que de toda la gloria y todas las coronas del mundo. Cuando le comunicaron que un desconocido, con importantes noticias de Germania, quería hablar con él, se levantó impaciente. Su deseo era despacharle lo antes posible, pero al entrar en la antesala se encontró en presencia de un hombre de apariencia tan distinguida que fue incapaz de tratarlo con descortesía. Lo hubiera tomado por uno de los inmortales de no ser porque su vida indulgente no hacía mucho que había destruido su fe en la religión de sus ancestros.
El desconocido le dio una espada de hermosa factura, diciendo:
—Toma este arma y guárdala con cuidado; úsala bien y te traerá la gloria y el imperio. ¡Ave César Augusto!

sábado, 6 de mayo de 2017

Las cuentas de Agesilao

Agesilao II fue rey de Esparta entre el 398 y el 358 a. C. Dicen que era valiente, honrado y un gran jefe militar; el estereotipo de espartano que nos suele venir a la cabeza, aunque probablemente con los abdominales menos marcados y tendencia a llevar a la guerra algo más de armadura que una triste capa. Podríamos decir que era muy espartano y mucho espartano. 
Supongo que ser el jefe militar de la polis hegemónica haría que fuera bastante seguro de sí mismo. O, dicho de otro modo, que iba un poco sobrado. Al menos eso debía pensar Plutarco cuando incluyó la siguiente anécdota en sus Vidas paralelas
Cuenta Plutarco que los aliados de Esparta estaban algo molestos con Agesilao por llevarlos a la guerra todos los años sólo para satisfacer su encono contra Tebas, y se quejaban de que les obligara a seguirlo de aquí para allá cuando ellos aportaban bastantes más soldados que los espartanos. Aquí no puedo menos que imaginarme a Agesilao alzando una ceja y diciendo algo así como "Conque esas tenemos, piltrafillas", que seguro que en griego antiguo y dicho por un rey espartano tiene que sonar impresionante.
Mandó entonces Agesilao que los aliados se sentaran en un lado y los espartanos a otro. Así agrupados las fuerzas parecían descompensadas en favor de los aliados. Entonces Agesilao ordenó que se levantaran todos los alfareros. Cuando estos estuvieron en pie mandó alzarse a los latoneros. A estos los siguieron carpinteros, albañiles, y demás oficios, hasta que casi todos los aliados estaban de pie mientras los espartanos permanecían sentados. Entonces se volvió hacia los jefes aliados, que a esas alturas debían de tener las orejas bastante rojas, y entre risas les dijo: “¿Veis con cuántos más soldados contribuimos nosotros?” 

Agesilao espera a otro gobernante (bastante menos campechano que él) echado en la hierba (fuente).

lunes, 17 de abril de 2017

El origen español del símbolo del dólar y otras curiosidades

Pocos símbolos hay tan populares como la $ que representa al dólar o al dinero en general. Menos conocido es que la S rayada tuvo su origen en una moneda española; el real de a ocho, peso o, como fue llamado en norteamérica, el Spanish dollar.


El real de a ocho o peso duro fue una moneda acuñada en plata, con valor de ocho reales (con ese nombre quién lo diría, ¿verdad?). Empezó su andadura en 1497 y poco a poco se convirtió en la primera moneda de uso mundial, empleándose para comerciar desde EEUU hasta China (posición que, curiosamente, ocupa en nuestros tiempos el dólar, cuyo nacimiento tuvo bastante que ver con el real de a ocho). Debido a su importancia era común que pagarés o letras de cambio se referenciaran a dicha moneda. Y de abreviar pesos fue de donde surgió la $. Empezó como una p, con una s de menor tamaño a modo de superíndice. Con el tiempo la s fue superponiéndose a la p, hasta llegar al símbolo que conocemos hoy en día.

Evolución del signo del dólar (autor: WikedKentaur).

Aunque solemos asociar el símbolo $ al dólar, su primera aparición fue en México, donde sigue en uso para abreviar al peso.

Real de a ocho de 1759 junto con su descendiente, un peso mexicano de 2005
(Fuentes: real de a ocho de Sgh y peso).
Hay otras hipótesis sobre la procedencia del símbolo del dólar. Mi favorita es la que afirma que surge al imitar la figura de las columnas de Hércules y la banda con la leyenda plus ultra que aparecía en el reverso de los reales de a 8 (ver la imagen de arriba a la izquierda).
También hay quien ve en él resultado de unir las siglas US, al escribir la U sobre la S. En su contra está que el símbolo $ ya se usaba antes de que existieran los Estados Unidos (a mí personalmente me suena a "vamos a buscar una explicación que no dependa de nadie de fuera"). También hay quien cree que la S rayada proviene del 8 de los reales de a ocho


Aunque originalmente sólo quería hablar del símbolo $, mientras me documentaba he descubierto algunos hechos curiosos sobre el real de a ocho y su relación con el dólar.
Como comentaba al inicio, el real de a ocho era una moneda de uso mundial. Fue muy empleada, por ejemplo, en el comercio con China, ya que este país sólo admitía el pago en plata. Siendo así, no es extraño que fuera común en norteamérica cuando aún era colonia británica. Al comenzar la revolución, las trece colonias que luego formarían EEUU emitieron papel moneda respaldado por reales de ocho o Spanish dollars.
La palabra dólar viene de otra de las monedas de plata que se usaban en la época, el thaler de Bohemia (tálero en español). En norteamérica se conocía por su nombre holandés, daler, que acabó convertido en dollar. Cuando los EEUU consiguieron su independencia tomaron el real de a ocho como referencia para crear su moneda. Dólar y Spanish dollar coexistieron hasta 1857, en el que se eliminó el uso de monedas extranjeras en EEUU. Aún así la herencia del real de ocho siguió viva en la bolsa, donde las acciones se negociaron por octavos de dólar hasta 1997.
Y una última curiosidad: de peso duro, como también era conocido el real de a ocho, viene el popular duro (cinco pesetas), que tanto se usaba en España antes de la llegada del euro.

Moneda de 100 pesetas de 1999. O, popularmente, de veinte duros. Notad como todavía se conservan las columnas de Hércules con la banda que ya aparecían en los reales de a ocho (autor Serg!o).

 

Fuentes:

Páginas de Wikipedia del Real de a ocho, dollar y Spanish dollar.

domingo, 26 de marzo de 2017

El día en que Oso Erguido se convirtió en persona

La historia de las tribus indias de Norteamérica es una triste lista de derrotas y claudicaciones. Entre sus escasas victorias destaca una que no tuvo lugar en las praderas, sino ante una corte de justicia. Es la historia de como a Oso Erguido, jefe de los poncas, se le reconoció ser una persona.

Jefe Oso Erguido, de la tribu Ponca (fuente).

Los poncas


La tribu Ponca tenía su territorio en la actual Nebraska, donde el río Niobrara desemboca en el Missouri. Eran tierras fértiles, donde los poncas cultivaban maíz, hortalizas y árboles frutales.
A mediados del siglo XIX la tribu Ponca contaba unos ochocientos miembros, y ya había firmado tres tratados con los recién creados EEUU. En el último, firmado en 1858, los poncas cedían parte de sus tierras a cambio de que se les reconociera una reserva permanente junto al río Niobrara. El gobierno también se comprometía a proteger a los poncas de las incursiones de sus vecinos, además de a facilitarles una serie de recursos para ayudar a su desarrollo.

Recreación de una aldea Ponca para una producción televisiva de 1988 (fuente).
La ayuda prometida nunca llegó, y aunque la reubicación de parte de la tribu resultó bastante más dura de lo que habían supuesto, a finales de los años sesenta los poncas podían mirar al futuro con cierto optimismo.
Pero en 1868 los EEUU firman un tratado de paz con los sioux. Por error, entre los terrenos que se les adjudicaron se encontraban las tierras de los poncas. Esto se convirtió en una pesadilla para la tribu, que empezó a ser acosada por jóvenes sioux, que robaban sus caballos como pago por dejarles vivir en sus tierras.
Las continuas quejas de los poncas fueron ignoradas por el gobierno que se había comprometido a protegerlos. Sólo al cabo del tiempo accedió a concederles una pequeña indemnización a cambio de las pérdidas sufridas. Pero esto sólo fue un pequeño alivio antes del golpe definitivo.


viernes, 17 de febrero de 2017

Toneladas de vino y viajes por mar

Leyendo sobre historia naval descubro que en Inglaterra ya se usaba en la Edad Media el tonelaje para referirse al tamaño de un barco. Sin embargo no era una medida de masa, sino de capacidad. El nombre hacía referencia a la cantidad de toneles de un cierto volumen que el barco era capaz de transportar en sus bodegas. Su uso en Inglaterra fue importado de Francia gracias al cada vez mayor comercio marítimo entre ambas naciones, en especial el del vino, que se transportaba en dichos toneles.
La palabra, tanto en inglés como en castellano, procede de la francesa tonne, tonel grande. De hecho en inglés dio lugar a dos palabras distintas: tun, para la unidad de volumen, y ton (tonelada), para la masa.

Unidades inglesas para toneles de vino (Wikipedia).

Cuando, tras la revolución francesa, se estableció el sistema métrico decimal, sólo se establecieron prefijos hasta el miria, 10.000 veces. Pero como en el caso de la masa era insuficiente se adoptaron los nombres de unidades anteriores, y así fue como la tonelada tonel renació como tonelada métrica. Al menos la tonelada inglesa, que equivalía a unos 950 litros. También existió una tonelada castellana, pero ésta era más grande, de unos 1.500 litros. 
¿Será que en Castilla gustaba más el vino?


Fuentes:

viernes, 10 de febrero de 2017

Descarga "Fin de año, fin del mundo. Un relato de humor cósmico"

Pinchando en las imágenes del final de esta entrada podéis descargar las versiones para libro electrónico de Fin de año, fin del mundo. Un relato de humor cósmico. 



El pasado fin de año un pequeño grupo de adeptos se reunió en una solitaria playa para conjurar una terrible criatura más allá del tiempo que acabara con la especie humana. Evidentemente algo salió mal.

 EPUB Fin de año, fin del mundo.PDF. Fin de año, fin del mundo.

domingo, 29 de enero de 2017

Fin de año, fin del mundo (2): la invocación

(Aquí podéis encontrar la primera parte del relato, o descargar aquí la versión completa en pdf, epub o mobi).



III


—Ph'nglui mglw'nafh N'arjswel C'diz wgah'nagl fhtagn...

Rubén miró a su alrededor mientras el resto del grupo repetía las palabras del salmo. Cinco figuras reunidas alrededor de un pentagrama trazado a orilla del mar, rodeados por un círculo de antorchas. No eran el equipo que esperaba, pero no podía quejarse: después de tanta espera al fin había llegado la hora. La invocación había comenzado; pronto de las profundidades se alzaría un horror más allá de toda descripción para poner fin a una era de decadencia, de locura, de... teléfonos móviles.

En la tranquilidad de la playa la voz de Madonna repetía machaconamente que el tiempo pasa, pero muy despacito.

El Sumo Sacerdote miró como su Condestable de la Orden buscaba desesperado su teléfono bajo la túnica. Cuando las grandes mangas le dejaron al fin atrapar el aparato levantó los ojos en tono de disculpa mientras decía:

—Es Salvador. Le dije que le llamaría antes de que empezáramos y se me olvidó. —Sin esperar respuesta se llevó el teléfono al oído.— Dime, rápido... Sí, ya hemos empezado... Lo sé, lo sé... Sí, un primo mío...

Rubén abrió la boca para soltar un exabrupto, pero Carlos fue más rápido:

—¡Dile que ahora soy yo el Guardián de la Puerta!

El Condestable de la Orden, asintió.

—Dice Carlitos que ahora él es el nuevo Guardián de la Puerta. —Mirando de nuevo a Carlos, respondió.— Que te lo has creído, que cuando vuelva se lo devuelves.

—¡Ah, se siente! —replicó el nuevo Guardián de la Puerta haciendo burlas.

—¿Qué tal por allí? —continuó sin hacerle caso—... ¡Qué mamón! Aquí estamos muertos de frío... Oye, tengo que dejarte, que Rubén se está impacientando. Dale recuerdos a Marta.

En realidad Rubén estaba pensando diferentes maneras, dolorosas todas, de hacer pagar a su Condestable por la interrupción, pero impacientarse podía describirlo también.

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